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domingo, 5 de agosto de 2012

ASESINADAS POR "HONOR"

El sábado 4 de agosto se hacía pública la noticia que en Gran Bretaña, un matrimonio de orígen pakistaní había sido condenado a cadena perpetua por haber asesinado "por honor" a su hija de 17 años. La joven, Shafilea Hamed, fue  afixada por sus padres con una bolsa de plástico en el salón de su casa delante del resto de sus hermanos.
En países como Pakistàn, más de 943 niñas y adolescentes fueron asesinadas en 2011 por sus propias familias a causa de esta siniestra costumbre. Sus "delitos", no aceptar el esposo elegido por sus padres,  habérsele supuesto compañía  masculina, o simplemente vestir al estilo occidental. Sus verdugos son en todos los casos miembros de sus familias. Hermanos, padres,cuñados y en algunos casos, la propia madre.
Otro de los motivos que pueden condenar a una joven a un asesinato por "honor" es haber sido violada. Antes de ser asesinadas estás mujeres vuelven a ser violadas por sus futuros asesinos, a veces un grupo de 12 hombres. La lúgrube brutalidad de esta costumbre tribal convierte la condena marroquí que obliga al violador a casarse con su víctima, en un bondadoso veredicto.
Sin embargo seria un error que conduciría inevitablemente a la xenofobia, asociar esta infrahumana crueldad con el islamismo. Todas las culturas humanas poseen sus maneras más o menos sutiles de discriminación y castigo hacia la mujer. En Mexico solo hay que recordar los feminicidios de Ciudad Juarez y la exitencia en la legislación de algunos de sus estados, del "crimen por honor" como atenuante. En España, sin ir más lejos - y sin necesidad de entrar en la prostitución, el tratamiento denigrante en la publicidad y la violencia asesina de género- los sueldos de las mujeres casi siempre son más bajos que los de sus compañeros masculinos y sufren el riesgo de ser despedidas si tiene la desfachatez de quedarse embarazadas.
La mujer sigue siendo considerada un ser inferior. y por mucho que se diga, le cuesta mucho más que a un hombre llegar a puestos de reponsabilidad, poder y respeto.
Pero otro lamentable error seria demonizar también al hombre, hacerle nuestro verdugo. No debe olvidarse que la mujer, tradicionalmente  obligada a hacerse cargo de los hijos, suele ser la transmisora de su propia discriminación. El verdadero culpable es el patriarcado, concepto demasiado manido -como  todos los que conviene ser vaciados de contenido- pero que encierra todas las respuestas. Ese estadio en el que todavía se encuentra nuestra ya globalizada civilización y del cual, no sin esfuerzo ni dolor, se està intentando  salir. 
Antes de acabar, un apunte positivo, las aberraciones antes descritas han ocurrido siempre, pero las saca a la luz un evidente evolución en la conciencia colectiva. Tal vez el fin de la sociedad partiarcal no sea tan lejano.

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