Una vocación temprana y una sólida formación
Krasner nació en 1908 en Brooklyn en el seno de
una familia de emigrantes judíos de origen ruso. Ya muy temprano sintió el despertar de su vocación
pictórica. Apoyada por un culto entorno familiar, inició su sólida formación académica en la Washinton Irving
School, a la que siguieron sus estudios en la Women's Art School, en
la National Academy
of Desing y en la Art
Studen League, donde fue discípula del mítico profesor de
anatomía George Bridgman.
Lee mantuvo intacta su vocación a pesar de las
circunstancias adversas. Ni siquiera la Gran Depresión de
1929 la alejó de la pintura. A pesar de las penurias económicas siguió
pintando, sobreviviendo gracias a su trabajo de camarera. Su trabajo como modelo de otros
pintores le permitió seguir conectada a los círculos artísticos.
A esta época de su vida corresponde la primera
etapa de su obra, muy influida por las primeras vanguardias. Sus cuadros se
llenan entonces de formas recortadas y de colores fuertes y vivos, que
recuerdan inmediatamente al fauvismo de Matisse , pero también al Constructivismo y algo lejanamente,
al primer Cubismo.
Expresionismo Abstracto
En 1937, Lee Krasner conoce al profesor Hans
Hoffmann, hecho que marcaría un hito en su carrera como creadora. Hoffmann guió
su trabajo hacia un nueva senda experimental y le condujo junto a otros
artistas a la creación del Expresionismo Abstracto. Este movimiento de vanguardia, el primero que nacía en
Estados Unidos, incorporó algunos aspectos del Surrealismo, como su vinculación con
el subconsciente y con los estados anímicos del artista, abriendo una puerta
para el automatismo que se concretaría finalmente con la aparición del Action
Painting, técnica consistente en salpicar con
pintura la superficie de un lienzo espontánea y enérgicamente.
Sin embargo, este movimiento que pretendía demoler las convenciones
artísticas, encerraba en su interior, como afirma Andrea Fernández Alonso, un
modelo mental absolutamente conservador misógino y discriminatorio, que negaba
a la mujer su capacidad como artista. Las mujeres tenían vedado el acceso a la
participación activa en los debates de la llamada Escuela de Nueva York, y el
mismo Hoffmann consideraba un elogio para su alumna decir que sus mejores
trabajos parecían realizados por un hombre.
Jackson Pollock
Sólo en este contexto puede entenderse la postura
que Lee Krasner adoptó en su relación con Jackson Pollock.
Su participación en la exposición colectiva de la McMillen Gallery
de Nueva York, le permitió conocer a este artista alcohólico y por entonces
desconocido, que le deslumbró con su talento y con el que se casaría en 1945.
Desde ese momento, Lee Krasner consagró su vida al
éxito de su marido. Utilizó sus contactos con artistas y críticos para
promocionar su obra, luchó contra su alcoholismo e incluso le cedió su estudio,
reduciéndose de este modo drásticamente su propia producción. Krasner, escondió
su propio genio artístico y adoptó el rol impuesto por las estructuras
misóginas del momento.
Esta mezcla de acto de amor y auto sabotaje
convirtió a Lee Krasner en una desconocida que pintaba cuando podía en el salón
de su casa, mientras su marido se convertía en el referente pictórico de la 2ª
mitad del siglo XX.
De la oscuridad al reconocimiento
Tras la muerte de Jackson Pollock en un
accidente de tráfico en 1956, Krasner se encontró de nuevo a solas con su yo pictórico.
En esta 2ª etapa de su obra su pintura se liberó del fantasma de Pollock. El
gran formato de sus lienzos, así como el paulatino abandono de la abstracción
que la alejaba de cualquier similitud con su marido, fue su modo de decirle al
mundo que había recuperado su voz.
Sin embargo, ni su nombre ni su obra aparecerían
en las primeras muestras retrospectivas del Expresionismo Abstracto. Invisible
e ignorada, tuvo que esperar a 1965 para que la Whitechapel Gallery
de Londres le rindiera merecido tributo y hasta 1973 para que Nueva York, la
ciudad a la que ayudó a elevar a la categoría de capital mundial del arte, le
rindiera homenaje con una retrospectiva, esta vez en el Whithey Museum.
Desde entonces, su nombre empieza a aparecer en
los manuales de arte y, aunque tal vez demasiado lentamente, la historiografía
paga su deuda con esta gran mujer y pintora, a la que debemos de modo directo e
indirecto una parte del arte de la 2º mitad del siglo XX.
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