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jueves, 8 de marzo de 2012

Desde la oscuridad

Presenta cierto riesgo inaugurar un blog en 8 de marzo y comenzar escribiendo sobre mujeres en la sombra. Puede quien lo lea pensar, sobretodo si se trata de un hombre, que el fin último de quien escribe es demonizar el género masculino y echarle la culpa de todas las miserias de la humanidad. Sin embargo, la que escribe cree firmemente que, en una especie que tiene por costumbre discriminar al más del cincuenta por cien de sus miembros en virtud de su própio género, todos sufren.
Mujeres y hombres somos víctimas. Nosotras, castigadas a no poder mostrar nuestro valor y capacidades con la misma facilidad que nuestros compañeros y a ser violentadas si osamos a ello en los peores, pero no tan remotos, casos. Ellos, apartados demasiado a menudo de la parte de si mismos que les capacita para las relaciones y los sentimientos, la parte que les ayuda a reconocer la realidad de lo femenino, más allá de lo inventado o lo impuesto por los clichés. En una sociedad así, todos somos discapacitados.
Hay muchas mujeres en la sombra. No sólo las que se han rendido, sino las que  no han cedido y han luchado  hasta el final. Son mujeres en la historia del arte, la literatura, la música, incluso la política, pertenecientes a épocas todavía más duras donde ser mujer era un estigma que condenaba a la oscuridad a quien era portadora de él.
Hay decenas de mujeres silenciadas por los manuales de arte. La historiografía tradicional opera como el lenguaje. La mejor manera de acabar con algo es negar su existencia, hacerlo invisible. La historia del arte ha negado la existencia de pintoras tan fundamentales como Artemisia Gentileschi, pintora de la escuela de Caravaggio y marcada por una violación, que aporta al ya por si iconograficamente cruento arte barroco, la óptica femenina del dolor y la rábia. Oculta su existencia a la también imprescindible Berthe Morisot, creadora del impresionismo junto a sus archiconocidos compañeros masculinos, y que aportó a un arte fundamentado en la plasmación de lo cotidiano,  la imagen de la vida familiar de la mujer burguesa. La historia de la música oculta a Hildergard von Bingen, Clara Shumann o Fanny Mendelsson, estas dos últimas siempre a la sombra de sus célebres familiares masculinos.

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Lee Krasner en su estudio.
Pero no siempre estas mujeres necesitaban del otro para oscurecerse y permanecer en la invisibilidad. Muchas veces son  ellas mismas las que se condenan. Es el autosabotaje femenino, mecanismo interno implantado desde la cuna, que actúa cuando los externos han fallado. Si en el mundo anlosajón de las artes plásticas, es paradigmática Lee Krasner, co-creadora del Expresionismo Abstracto  que se autoeclipsó en beneficio de la exaltación de Jackson Pollock, su cruel y alcohólico marido, en el entorno hispánico de la creación literaria, el paradigma del autosabotaje es María Lejárraga. Escritora teatral, libretista, periodista, precursora del activismo feminista, socialista y diputada, Maria regaló de manera inexplicable su talento a su marido, Gregorio Martínez Sierra, quien firmó sin ningún escrúpulo las obras escritas por ella.

Junto a su esposo, pero siempre en un discreto segundo plano fué creadora de la revista Helios, verdadera difusora del modernismo literario en España y en la que escribían nombres como los de Rubén  Darío, Juan Ramón Jimenez, Machado , Joan Maragall o Unamuno. Fué la responsable de los libretos de El amor brujo, y de El corregidor y la molinera de Falla. Ya liberada de su marido fundó la asociación feminista La cívica con el fin de acercar la cultura a la mujer trabajadora y con la república se convirtió en la primera diputada socialista por Granada.

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María Lejárrega en su edad madura

María Lejarraga vivió 100 años en los que hubo de sufrir hambre y exilio, pero también saboreó, aunque tardío, el reconocimiento público. Lee Krasner pudo finalmente salir de la oscuridad y su obra aparece ya en los museos junto a los primero nombres del Expresionimo Abstracto.  Las figuras de ambas se convierten para todos nosotrxs, mujeres y hombres, en el recuerdo de la necesidad de extraer  a la luz lo que está enterrado, sean fuerza, valor y coraje o sentimientos y vulnerabilidad. 

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